Esta mañana me he encontrado con una escena de un niño llorando, bueno, mas bien gritando, desgañitándose por lo que parecía una protesta por ir a un sitio que no quería, seguramente la guardería. Esto me ha hecho reflexionar sobre lo pronto que empiezan ha obligarnos a hacer cosas que no queremos.
El padre, bien vestido para ir a trabajar, parecía avergonzado por la escena, haciéndose cruces por la mala suerte de tener a un hijo tan rebelde, seguramente pensando en que es necesario que el niño aprenda, ya desde muy pequeño, a que en esta vida tenemos que hacer cosas que no nos gustan porque es nuestra obligación.
Y así, desde bien pequeños, nos enseñan a que nuestro criterio sobre lo que es correcto o no, no sirve de nada, desde la infancia ya empiezan a robarnos nuestros sueños y a convertirnos en una pieza mas de la maquinaria social.
El criterio del niño se desecha por completo, lo que el quiera o no quiera hacer no tiene relevancia ni atendemos a sus motivos.
Lo único que queremos es deshacernos del crío lo antes posible, para que pase el bochorno y poder irnos a trabajar sin preocuparnos por los deseos y anhelos de nuestro hijo, porque así lo hemos dictaminado, porque nadie nos va ha reprochar por ello porque es políticamente correcto a los ojos de este mundo que nos hemos inventado.
Un mundo que es un ego en si mismo, un ego segador de libertad y felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario